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La lógica maniquea: el código de la no-sociedad

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Los seres humanos somos gregarios por naturaleza. También por naturaleza tenemos necesidades infinitas en entornos de recursos finitos. Por si esto fuera poco, estamos dotados con capacidades finitas, por lo que para mejor suerte o mayor desgracia, no podemos prescindir unos de otros. Puesto de este modo, parece que no nos une el amor sino el espanto. Algo de cierto hay. Esas necesidades historicamente han forjado lazos de competencia y no de solidaridad. Es por esto que la sociedad, como proyección vital de quienes la conforman, puja por su supervivencia, y en nombre de la perpetuación de la misma y de las propias vidas particulares es que las personas hacen esta concesión de vivir, en vez de bajos sus propias reglas -y claro, librados a la suerte de sus capacidades-, bajo lo que en términos (muy) generales llamamos Estado. El Estado es un amigo peligroso. Las leyes están por encima de todos pero las armas están en manos de algunos. Y el debate es ciego. En qué manos convienen